Su relación es pura y sin tapujos, incondicional y sincera. Entre el hombre y el perro no existe ni el tiempo ni el espacio, únicamente señales de admiración mutua. Se identifica un proceso de enamoramiento entre los perros y sus dueños que al mirarse a los ojos retroalimentan su felicidad liberando una hormona vinculada con el apego, la oxitocina.
Su relación es de empatía y consuelo, de compañía y lealtad. Los perros, sean grandes o chicos, tienen un corazón que es una caja inmensa de agradables sorpresas. De ahí sale su valentía para proteger al hombre ante cualquier situación, su amor incondicional y sus juegos traviesos.
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